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26 febrero 2023

Marginados, inadaptados, locos, charlatanes y excéntricos

Somos una generación de transición que actualmente está viviendo una crisis sistémica, la cual hace de puente entre dos eras. En este contexto marcado por la necesidad de cambio de paradigma, la mayoría va a hacer todo lo posible por resistirse y preservar su vieja forma de pensar. Por otra parte, existe una serie de individuos a los que les sucede exactamente lo contrario: apasionados por el cambio y la transformación, cuentan con una mentalidad demasiado futurista.

Este tipo de personas con visión saben detectar tendencias de futuro que la mayoría no verá hasta que estas se hagan realidad. En muchas ocasiones, estos genios son marginados e inadaptados de su tiempo y suelen ser percibidos como locos, charlatanes y excéntricos. De hecho, a algunos les falta un tornillo de verdad.

Todos ellos tienen en común que se atreven a honrar su singularidad, desafiando el statu quo. No en vano, en algún momento padecen una profunda crisis que les lleva a romper con la ancha avenida por la que transita el resto de sus coetáneos, explorando sendas nuevas y alternativas. Para lograrlo, empiezan a cuestionar el núcleo de su identidad, cuestionando a su vez el sistema de creencias con el que fueron condicionados por su entorno social y familiar. Así es como se convierten en una amenaza para el orden social establecido.

Otro rasgo es que tienden a ser inadaptados y excéntricos. No encajan con el patrón que impera en la sociedad. De ahí que tiendan a rechazar el modo de vida que les propone su tiempo. Y al hacerlo, atraviesan una etapa en la que se sienten excluidos y marginados. La soledad y la incomprensión son el precio que pagan al principio por atreverse a escuchar a su intuición y seguir su propio camino. En ocasiones, para reafirmarse ante los demás, suelen adoptar actitudes bizarras y conductas excéntricas, provocando que se los tache de «raros» y «locos»…

¿Algún raro-loco más por aquí?

Boja Vilaseca

Fragmento extraído del libro “El sinsentido común. Claves para cuestionar tu vieja mentalidad y cambiar de actitud frente a la vida” de Borja Villaseca → https://amzn.to/3KEP4pv


17 enero 2023

Vives tiranizado por una cárcel psicológica llamada ego

«Ego» en latín significa «yo». Y básicamente es un mecanismo de defensa. Tiene una función muy primaria: ayudarnos a sobrevivir al abismo emocional que suponen los primeros años de nuestra existencia, protegiéndonos del angustioso dolor que nos causa la herida de separación. El ego es el escudo con el que nos protegemos y la coraza con la que nos defendemos. Es un impostor que actúa como un falso concepto de identidad: lo que creemos ser pero que en realidad no somos. El ego es un farsante. Nos engaña cada día, convenciéndonos de que somos nuestra mente y nuestro cuerpo.

El ego es condicionamiento. Es un producto del entorno social y familiar en el que nos hemos criado. El ego es egocéntrico: todo gira en torno a sus necesidades y deseos. Siempre se toma lo que sucede como algo personal. Nos convierte en el ombligo del mundo. Y nos ciega por completo, provocando que solo nos veamos a nosotros mismos. El ego es reactivo; la reactividad es su actividad favorita. De ahí que reaccionemos impulsivamente frente a cualquier estímulo que no nos beneficia o nos perjudica.

El ego es sufrimiento: se perturba a sí mismo cada vez que la realidad no se ajusta a sus expectativas. Y con cada perturbación es como si nos tomáramos un chupito de cianuro. El ego es victimista: no asume nunca su parte de responsabilidad. Y nos instala en la queja y en la culpa. El ego es prepotente y arrogante: se cree mejor y superior que el resto. Además, el orgullo y la soberbia le impiden hacer autocrítica. Por eso en general no cuestionamos nuestra forma de pensar ni nuestro sistema de creencias.

El ego es una máscara y un disfraz: tiende a fingir y aparentar para causar una buena impresión en los demás. El ego es infantil. Nos lleva a comportarnos como niños pequeños. Cada uno con sus juguetes y sus pataletas. El ego es dependiente y apegado. Nos hace creer que necesitamos algo de fuera para sentirnos felices. El ego es celoso y posesivo. Nos vuelve temerosos de perder aquello que creemos nuestro. El ego es envidioso. Se compara todo el rato con quienes le rodean, haciéndonos sentir inferiores y acomplejados…

Borja Vilaseca

Tomado del libro Tú eres lo único que falta en tu vida 

07 noviembre 2022

El placer de lo sencillo

El dinero puede proporcionarnos un estilo de vida muy cómodo y placentero, así como una falsa sensación de seguridad. Pero no puede comprar nuestra felicidad. Porque nuestro bienestar emocional no depende de lo que hacemos ni de lo que tenemos, sino de quiénes somos y de cómo nos sentimos.

Llevamos una existencia materialista para terminar dándonos cuenta de que las cosas importantes no pueden verse ni tocarse; solo intuirse y sentirse. Para apreciar los aspectos intangibles, cualitativos e inmateriales de la realidad, es imprescindible que exista cierto contraste entre nuestro estado de ánimo interno y nuestras circunstancias externas. Quienes padecen "pobreza emocional" creen que esta se debe a su "pobreza material". Pero lo que nos hace ricos o pobres emocionalmente no es nuestra economía, sino la percepción que tenemos de ella.

"¿De qué nos vale lo que tenemos si no gozamos de tiempo para disfrutarlo? ¿De qué vale el dinero si no somos felices?"

El clic evolutivo se produce en la medida en que gozamos de cierta "riqueza material" y seguimos experimentando la misma pobreza emocional. De pronto tenemos más dinero, pero seguimos sintiéndonos tensos e irritados. Tenemos éxito y respetabilidad, pero seguimos sintiéndonos solos y tristes. Tenemos confort y seguridad, pero seguimos sintiéndonos esclavos de nuestros miedos.

Gracias a este contraste entre nuestras riquezas materiales y emocionales cuestionamos las motivaciones que nos han llevado a un estilo de vida materialista. Pero hay corrientes sociales que anteponen la felicidad al dinero. Destacan el decrecimiento, la simplicidad voluntaria, el movimiento slow -"lento" en inglés- y el downshifting -"reducir la marcha"-. Tendencias que promueven disminuir el nivel cuantitativo de nuestra vida y aumentar el cualitativo.

La paradoja del éxito

"¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?"

Jesús de Nazaret

Cada vez más seres humanos apuestan por llevar una existencia más tranquila, simple y sencilla. Porque... ¿de qué nos sirve lo que tenemos si no gozamos de tiempo para disfrutarlo? ¿De qué nos sirve pasar el día estresados y cansados? En definitiva, ¿de qué nos sirve ganar mucho dinero si no somos felices?

La necesidad de experimentar una "riqueza emocional" abundante y sostenible es la base del nuevo paradigma emergente, uno de cuyos pilares es "la filosofía del posmaterialismo". Y esta parte de la premisa de que la realidad la componen lo material, tangible y cuantitativo, y lo inmaterial, que solo podemos sentir por medio de nuestro corazón. Se trata de integrar ambos, construyendo un estilo de vida equilibrado entre lo que somos, lo que hacemos y lo que tenemos.

El sinsentido común

"Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para crear impresiones que no durarán en personas que no nos importan." 

Emile Henri Gauvreay

Garantizada la supervivencia física y económica y teniendo cubiertas las necesidades básicas, expertos en el campo de la economía del comportamiento afirman que lo que hace perdurar el bienestar emocional no es lo que conseguimos ni poseemos, sino lo que ofrecemos y entregamos a los demás. Entre otros estudios, destacan los realizados entre los años 2005 y 2010 por el economista norteamericano George F. Loewenstein.

Sus investigaciones se centraron en los antagónicos efectos emocionales que producen la codicia y la generosidad. Y para ello, realizó un experimento sociológico con un grupo muy heterogéneo de seres humanos. El equipo liderado por Loewenstein seleccionó a 60 personas de diferentes edades, sexos, razas y profesiones, las cuales, a su vez, tenían múltiples divergencias en el plano social, cultural, económico, político y religioso.

El primer día los participantes fueron divididos en dos grupos de 30 personas. Todas recibieron 6.000 dólares (unos 4.520 euros). A los miembros del primer grupo se les pidió que en un plazo de dos meses se gastaran el dinero "en regalos a sí mismos". Y a los integrantes del segundo grupo se les dijo que usaran los 6.000 dólares "en regalos a otras personas".

Dos meses más tarde se obtuvieron resultados opuestos. La satisfacción de los miembros del primer grupo había durado "relativamente poco". Según las conclusiones, "tras el placer y la euforia inicial que les proporcionaba comprar, utilizar y poseer determinados bienes de consumo, los participantes enseguida volvían a su estado de ánimo normal". Con el paso de los días, algunos incluso "empezaban a sentirse más tristes, vacíos y decaídos, por no poder mantener la excitación conseguida con el consumo".

Por otro lado, los miembros del segundo grupo se habían sentido "mucho más satisfechos y plenos" que los del primer grupo. "El hecho de pensar de qué manera podían utilizar el dinero para beneficiar a los demás, ya era motivo suficiente para que los participantes experimentaran un bienestar interno".

Decadencia del egocentrismo

"Las personas más egocéntricas son también las más infelices"

Henry David Thoreau

La mayoría utilizó los 6.000 dólares de manera posmaterialista, "creando experiencias y oportunidades". Regalaron viajes; pagaron matrículas universitarias; donaron el dinero a entidades sin ánimo de lucro, repartiéndolo incluso entre mendigos; hubo quien saldó parte de la deuda contraída por algún familiar. Entregados los regalos, "el sentir la alegría y el agradecimiento de otras personas provocaba en los participantes una intensa sensación de plenitud, que permanecía horas y días", relata Loewenstein.

La conclusión fue que "el egocentrismo, la codicia y la orientación al propio interés traen una sensación de vacío, sinsentido, escasez e infelicidad, mientras que el altruismo, la generosidad y la orientación al bien común son fuente de plenitud, sentido, abundancia y felicidad". Loewenstein corroboró así de forma científica y empírica que a nivel emocional "recibimos lo que damos".

La psicología del altruismo

"No hay mayor felicidad que ser cómplice de la felicidad de los demás" 

Carmina Martorell

La auténtica felicidad reside en nuestro interior. Cuando comprendemos e interiorizamos esta verdad, dejamos de querer que la realidad se adapte a nuestras ambiciones, necesidades y sueños. En consecuencia, desaparece la lucha, el conflicto y el sufrimiento. Poco a poco recuperamos la conexión con el bienestar duradero que anida en nuestro corazón. Con el tiempo, experimentamos abundancia y plenitud. En base a este nuevo estado de ánimo, de forma natural e irremediable entramos en la vida de los demás con vocación de servicio.

Abundancia y prosperidad

Las personas que nos hemos comprometido con resolvernos emocionalmente no sentimos el impulso de saciar constantemente nuestros deseos. Así es como empezamos a orientar nuestra existencia al bien común. Eso sí, sin perder nunca de vista la necesidad de llevar un estilo de vida equilibrado, aprendiendo a descansar y a recuperar la energía que invertimos al servicio de otras personas. Para ofrecer y dar, primero hemos de tener. Y no olvidarnos nunca de que el altruismo es la forma más eficiente y sostenible de vivir. El hecho de aportar algo significativo a otros seres humanos nos produce una gran sensación de satisfacción y agradecimiento. Dar es recompensa suficiente cuando damos desde nuestra verdadera esencia. La paradoja es que al obrar con sabiduría recibimos mucho más de lo que hubiéramos podido imaginar.

Para cultivar el altruismo

1. LIBRO

'La oración de la rana', de Anthony de Mello (Sal Terrae). Una recopilación de cuentos filosóficos en los que se pone de manifiesto que el egocentrismo es el mayor obstáculo en el camino que nos conduce a la verdadera felicidad.


2. PELÍCULA

'Amélie', de Jean-Pierre Jeunet. Muestra el mundo interior de Amélie, una joven sensible y empática que trata de aportar su granito de arena para sembrar bienestar y felicidad entre las personas que le rodean.

3. CANCIÓN

'Todo se transforma', de Jorge Drexler. Esta canción promueve la idea de que la vida se rige según una ley simple: "Cada uno de nosotros recibe lo que da".

Borja Vilaseca

Borja Vilaseca es autor de Las casualidades no existen, Encantado de conocerme, ¿Qué harías si no tuvieras miedo?, El sinsentido común y El principito se pone la corbata.

Fuente: El placer de lo sencillo (El País)

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